No son pocos los que conocen Zocodover alrededor de todo el mundo, los que han paseado por esta peculiar plaza, los que pasan a diario, o los que simplemente la conocen por fotos. Menos son los que conocen algunos de sus más curiosos secretos que vamos a tratar de contar a continuación. Y es que esta plaza, que en principio no lo fue, esconde un sin fin de historias a través de los siglos que por ella han pasado.
La historia más conocida de la que hoy vamos a hablar es la de sus baños públicos, o mejor dicho, de sus urinarios. A finales del siglo XIX, principios del XX en una ciudad en la que aún estaba en plena vigencia el "¡agua va!", los problemas de higiene y salud pública eran más que evidentes, y debido a esto, se decidió instalar urinarios en la zona más transitada de la ciudad. Los primeros, bastante rudimentarios, eran de madera, para poco más tarde sustituirlos por otros algo más modernos y un poco más discretos de cara a los paseantes.
Ya en 1925 se decidió hacer una gran remodelación de la plaza, y aunque las obras fueron paralizadas por el rey Alfonso XIII, en 1926, se aprobó la instalación de unos urinarios subterráneos. Estos urinarios fueron utilizados hasta 1961, cuando se aprobó otra nueva reforma para la plaza en la que estos no estaban contemplados. La leyenda urbana dice que solo están tapados, y que allí siguen intactos.
En 1983 se anunció una nueva reforma en la que se incluía la recuperación de los urinarios, que nunca se volvieron a recuperar. Incluso un alcalde quiso aprovechar la obra para poder ver si había elementos artísticos de valor, como cerámica talaverana de Ruíz de Luna, pero jamás podría haberlo encontrado, pues la cerámica que allí había era del ceramista Sebastián Aguado Portillo, y ya estaba custodiada en el restaurante "Los cuatro tiempos".
En esta última remodelación, es donde se encuentra nuestra segunda curiosidad, pues en 1988 se realizaron seis perforaciones para analizar el subsuelo de Zocodover. Se demostró así que la plaza tiene una profundidad media de entre cinco a siete metros de capa de escombros, y que el subsuelo es una auténtica laguna procedente de filtraciones de agua. Perforaron frente al arco de la sangre, junto a la esquina del Alcazar, delante de la travesía Barrio Rey, a la entrada de la calle Sillería y en el centro de la plaza, determinando una capa de agua de 9,00 m., 7,20 m., 8,90 m., 7,25 m., y 1.70 m. respectivamente. También perforaron en la esquina de la calle comercio, pero allí no se tomó medida de agua.
- Archivo de Municipal de Toledo.
- Toledo Olvidado.
- MORENO NIETO, L. Trilogía Toledana. Toledo. 2002.
¡¡Qué curioso!! Sabía que bajo la torre más bajita de la catedral había (y sigue habiendo, si no me equivoco) un acuífero. Pero no tenía idea de que había habido urinarios y mucho menos tal cantidad de agua bajo la plaza más transitada de la ciudad.
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