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Blas de Lezo, el olvidado gran héroe español

Hoy quiero hablaros de cierto personaje célebre que apenas nadie conoce (o eso me dicen a quienes pregunto). Se trata de Blas de Lezo, el gran héroe español que, a su vez, es un gran desconocido por muchísimas más personas de lo que yo pensaba. Esta entrada se divide en dos partes: un paseo por la vida y hazañas de este personaje y, por otro, el hecho que le hizo un gran héroe español, el asedio de Cartagena de Indias. He aquí su historia...

Anónimo. Blas de Lezo (1853).
Blas de Lezo y Olavarrieta —también dicho Olabarrieta—  nació en la localidad de Pasajes de San Pedro (Guipúzcoa) el 3 de febrero de 1689, en el seno de una familia que ya contaba con ilustres marinos entre sus antepasados. Siendo el cuarto de diez hermanos, se educó en un colegio francés y, en 1701, contando con 12 años, salió de él para enrolarse, posteriormente, como guardiamarina en la armada francesa al servicio del Conde de Toulousse: Luis Alejandro de Borbón —hijo de Luis XIV—. Por aquel entonces, la armada española era prácticamente inexistente debido a la crisis económica y la decadencia de los Austrias, lo que le hizo decantarse por la armada francesa. 

En 1704, se produce el estallido de la Guerra de Sucesión en España, en la que se enfrentarán Felipe de Anjou —por Francia— y el archiduque Carlos de Austria —apoyado por Inglaterra—. Así, el 24 de agosto de ese mismo año, se produce la batalla naval más importante de este conflicto: la Batalla Naval de Vélez-Málaga, en la que el Conde de Toulousse intentó recuperar Gibraltar enfrentándose a la flota angloholandesa, que estaba al mando de Rooke. En este combate se enfrentaron 96 naves de guerra francoespañolas —1 navío de línea, 6 fragatas, 12 galeras, 8 brulotes y otras 19 naves variadas— y 68 navíos de línea angloholandeses. Pese a las trece horas de duración de esta batalla, los franceses terminaron retirándose, sufriendo 1500 bajas francoespañolas y 2700 bajas angloholandesas. Blas de Lezo participó activamente en esta dura batalla, en la que una bala de cañón destrozó su pierna izquierda y que, posteriormente, le sería amputada por debajo de la rodilla, sin anestesia. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la operación.

Por su valor demostrado en aquella ocasión y en el propio combate, Blas de Lezo es ascendido —en 1704— a Alférez de Navío por Luis XIV y, además, se le ofrece el puesto de asistente de cámara de la corte de Felipe V. Tras una larga recuperación en la que se le supliría la pierna amputada por una ortopédica de madera, se le consideraría apto para continuar en servicio activo y rechazó estar en la Corte, pues su propósito era conocer la artes marineras y llegar a convertirse en un gran comandante. 

En 1705, se le envía a defender Peñíscola, ciudad leal a Felipe V, y luego a Palermo, lugar en el que aniquila y incendia el navío británico Resolution —de 70 cañones— y captura otros dos navíos enemigos. Continúa custodiando el Mediterráneo capturando numerosos barcos ingleses mediante osadas artimañas con tal esfuerzo que se le permite llevar sus presas a Pasajes de San Pedro. 

El almirante Don Blas de Lezo (1735),
en el Museo Naval de Madrid.
En 1706 participa en el asedio a Barcelona, que permanece sitiada por fuerzas navales inglesas y tropas de infantería del bando Austriaco. Con su astucia innata, emplea distintas estratagemas para evitar los controles y el cerco de la flota inglesa, logrando abastecer brillantemente la ciudad. Entre estos trucos estaba el dejar flotando paja húmeda que hacía arder para crear una densa humareda que ocultase los barcos españoles o cargar sus cañones con unos casquetes de armazón muy delgado que contenían material inflamable, con el que atacar constantemente a los buques ingleses. Estas operaciones le otorgan una reputación entre sus superiores y, además, entre los ingleses, quienes se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio..

En agosto de 1707, participó en la defensa del Castillo de Santa Catalina de Tolón (Francia) del ataque de las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le alojó en su ojo izquierdo, que explotó en el acto. Perdió así para siempre la vista del mismo. No obstante, Blas de Lezo era una persona obstinada y quiso continuar en el servicio y no abandonarlo. 

En 1708, ascendió a teniente de navío en el puerto de Rochefort y, en 1710, fue destinado al Atlántico patrullando con atraque en este lugar, vencía una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas de artillería. Posteriormente, tendrá lugar la batalla con el Stanhope —de 70 cañones y comandado por John Combs—. Pese a que el navío inglés triplicaba en dotación y potencia de la fragata de Blas de Lezo, no fue suficiente para frenar a este personaje. Blas de Lezo manejó su fragata cruzando disparos con el navío hasta que se acercó lo suficiente para ordenar el abordaje. Aquel fue el momento de dar la orden de lanzar los garfios, más tarde Blas de Lezo escribiría: 
“Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico"

Los ingleses quedaron aterrorizados ante la energía de los asaltantes y, tras una cruel ofensiva, el enemigo se rinde. Así fue como el navío Stanhope fue remolcado a puerto por la fragata de Lezo. Cabe mencionar que Blas de Lezo vuelve a ser herido durante este combate, aunque esta vez de forma leve, lo que le permitió su ascenso a Capitán de Fragata, cubriéndose de gloria —una vez más— y relanzando su fama de modo internacional.

Combate contra el Stanhope.

Hasta este momento, la carrera naval de Blas de Lezo fue en la Marina francesa. No fue hasta 1712 cuando pasó a servir en la Armada Real Española, debido al distanciamiento de las dos monarquías y, además, debido a su destino en la Flota de Indias, al mando del jefe de escuadra Don Andrés del Pez

Entre julio de 1713 y septiembre de 1714, participó en el asedio de Barcelona al mando del Campanella —con 70 cañones—. El 11 de Septiembre de 1714, se acercó demasiado a las defensas enemigas y recibió un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, rompiéndole varios tendones y dejándole manco para toda su vida. Con tan solo 25 años, esta herida terminó de propiciarle los sobrenombres de “Medio-Hombre” o "Almirante Patapalo", por ser tuerto, cojo y manco.

En 1715, tras reponerse de la herida del brazo y al mando del Nuestra Señora de Begoña —de 54 cañones —, se dirige con una gran flota a reconquistar Mallorca —cedida a los ingleses junto con Gibraltar, dentro de los tratados de Baden y Utrecht que terminaron con la Guerra de Sucesión—. La isla se rindió sin que Blas de Lezo tuviera que efectuar ni un solo disparo.

Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco, con el que partiría hacia La Habana un año después, escoltando a una flota de galeones. Allí se queda hasta 1720, cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco, conocido asimismo como León Franco y Nuestra Señora del Pilar, y se le integra dentro de una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdizu. Se trataba de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur, es decir, las costas del Perú. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success y el Speed Well del corsario inglés John Clipperton.

El 5 de mayo de 1725, contrajo matrimonio con doña Josefa Mónica Pacheco Bustios, en Ciudad de los Reyes (Lima). 

Por esta y otras hazañas, Blas de Lezo fue ascendido a teniente general de la Armada, por el Rey en 1734. No obstante, su misión más difícil —y la más importante de toda su carrera — llegó cuando fue destinado a Cartagena de Indias (Colombia) como comandante general. Los británicos, ansiosos por conquistar este territorio, aprovecharon una afrenta a su imperio para intentar tomar la ciudad. La excusa para este conflicto fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. 

Asedio a Cartagena de Indias.

En 1739, los ingleses declararon la Guerra del Asiento a España, conocida popularmente por la “Guerra de la Oreja de Jenkins”. Este nombre se le dio por el suceso en el que el capitán español Julio León Fandiño cortó la oreja a Jenkins en 1731, pues estaba traficando en las aguas caribeñas españolas. Fue uno de los desencadenantes de esta guerra al enunciar una popular frase:
"Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve".

Para vengar la oreja de Jenkins, Inglaterra armó toda una formidable flota jamás vista hasta entonces, al mando del Almirante inglés Edward Vernon: 195 navíos, 3000 cañones y aproximadamente 25000 ingleses junto a otros 4000 milicianos más de los EE.UU.

A diferencia de este bando, Blas de Lezo no disponía de un gran número de soldados ni barcos para defender la ciudad. Las defensas de Cartagena se limitaban a no más de 3000 hombres, 600 indios flecheros, más la marinería y tropa de infantería de marina de los seis navíos de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia (que era la nave Capitana), el San Felipe, el San Carlos, el África, el Dragón y el Conquistador. Para hacernos una idea, la proporción entre los españoles y los ingleses era de 1 español por cada 10 ingleses.

No obstante, Blas de Lezo tenía a su favor que la entrada por mar a Cartagena de Indias sólo se podía llevar a cabo mediante dos estrechos accesos, conocidos como "bocachica" y "bocagrande". El primero, estaba defendido por dos fuertes —el de San Luis y el de San José— y el segundo por cuatro fuertes y un castillo —el de San Sebastián, el de Santa Cruz, el del Manzanillo, el de Santiago [el más alejado] y el castillo de San Felipe—. Con su estrategia innata, Lezo se preparó para la defensa. Ubicó varios de sus buques en las dos entradas a las bahías y dio órdenes de que, en caso de verse superados, fueran hundidos para que no fueran apresados y para que sus restos impidieran la entrada de los navíos ingleses hasta Cartagena de Indias. 

El 13 de marzo de 1741 apareció la mayor flota de guerra que jamás había surcado los mares hasta ese momento. El día 15 de marzo toda la armada enemiga se había desplegado para cercar Cartagena de Indias. Al principio, la superioridad británica estaba patente y sus fáciles acciones les permitieron adueñarse de los alrededores de la ciudad fortificada.

Los ingleses comprobaron que no podían acceder a la bahía, por lo que optaron por bombardear constantemente contra los fuertes del puerto. Blas de Lezo utilizó la artillería de sus navíos —colocados lo suficientemente cerca— para dar apoyo a sus defensores en tierra. 

Edward Vernon ordenó desembarcar algunos de sus hombres, quienes lograron tomar posiciones en tierra. Después, el inglés se dispuso a disparar sus cañones contra la fortaleza de San Luis de Bocachica, día y noche, durante dieciséis días. Para hacernos una idea, el promedio era de 62 disparos por hora. El bombardeo fue tal que los españoles se vieron obligados al abandono de los fuertes de San José y Santa Cruz en los siguientes días.

Este ataque obligó a Blas de Lezo a incendiar sus navíos para taponar el canal navegable de Bocachica, aunque el Galicia no prendió fuego a tiempo. Este hecho consiguió retrasar el avance inglés considerablemente. Fue entonces cuando Blas de Lezo ordenó replegarse ante la superioridad ofensiva y las grandes bajas españolas. Mientras tanto, en Bocagrande se siguió el mismo procedimiento, hundiéndose los dos únicos navíos que quedaban —el Dragón y el Conquistador— con el fin de obstaculizar el acceso del enemigo. 

Sin embargo, este sacrificio resultó en vano, ya que los ingleses arrastraron el casco de uno de los navíos antes de que se hundiera con el fin de restablecer el paso y consiguieron desembarcar. Los ingleses habían conseguido destruir varias fortalezas y asentarse en las bahías de Cartagena de Indias tras evitar los obstáculos de los españoles. Se habían perdido posiciones y los españoles se defendían en el fuerte de San Sebastián y Manzanillo y, como último refugio quedaba el castillo de San Felipe.

Sin duda, los británicos sentían la victoria y Vernon entró triunfante en la bahía con su buque Almirante, extendiendo sus banderas, dando la batalla por ganada. De hecho, Vernon envió una fragata a Inglaterra con un mensaje en el que comunicaba el éxito sobre los españoles. La noticia trajo consigo grandes festejos e, inluso, se mandó acuñar una moneda conmemorativa para recordar esta gran victoria. En ella, se apreciaba un grabado de Blas de Lezo arrodillado frente al inglés y, además, llevaba la leyenda:
El orgullo español humillado por Vernon.
Moneda acuñada por Inglaterra para la “victoria” sobre Blas de Lezo
Vernon creyó que la victoria definitiva había llegado y quiso poner el broche final tomando el símbolo de la resistencia española: el castillo de San Felipe, en el que aguantaban sólo 600 soldados. Sin embargo, el asalto desde el frente era un suicidio, por lo que el inglés se decidió a dar la vuelta a la fortaleza y asaltar por la espalda a los españoles. Para ello atravesaron la selva, lo que provocó la muerte por enfermedad de cientos de soldados, pero al fin llegaron y Vernon ordenó el ataque. 

En la noche del 19 de abril los ingleses se organizaron en tres grupos para atacar San Felipe. No obstante, la victoria que los británicos tenían asegurada, se convirtió en un auténtico fracaso debido, una vez más, al ingenio del español. Blas de Lezo ordenó excavar un foso en torno al castillo para que las escaleras inglesas se quedaran cortas al intentar tomar la fortaleza. Además, dispuso cavar una trinchera en forma de zigzag para evitar que los cañones ingleses lograran acercarse demasiado y, así, podría soltarles la temida infantería española cuando dieran marcha atrás.

El 20 de abril, los españoles salieron de la fortaleza. En primera línea corría nuestro protagonista, Blas de Lezo, cargando al frente de la formación mientras sujetaba el arma con su único brazo. Los defensores aumentan el ritmo de disparo, lo que provoca una autentica carnicería en las filas inglesas, con unos niveles de mortalidad impresionantes. Sin embargo, los ingleses no cesan en su avance, pese a que se encuentran cada vez más débiles por el ataque español y la elevada orografía. En esos momentos de confusión inglesa, Blas de Lezo dirige 300 marinos frescos a la carga con bayoneta calada, contra los británicos, iniciándose una desquiciada huida en la que perecen cientos de hombres. Dada la enorme cantidad de cadáveres insepultos tanto en tierra como en el mar, la peste no se hace esperar. Una epidemia se cebará terriblemente con las fuerzas invasoras, cuyas pérdidas totales rondarán los 6000-8000 hombres. 

Tras una cruenta lucha, los menos de 600 defensores lograron la retirada del enemigo y que éstos volvieran a sus buques. Después de esa batalla, hubo otros intentos por parte de los ingleses de conquistar la plaza fuerte, pero fueron inútiles. 

Finalmente, Vernon abandonó las aguas de Cartagena de Indias con, según los datos oficiales, unos 5000 ingleses muertos. Sin embargo, esta cifra no debía ser tan baja, puesto que el oficial tuvo que destruir varios de sus navíos en su huida, ya que no había suficiente tripulación para conducirlos y no quería que cayesen en manos españolas.

La leyenda cuenta que Vernon sentía tanto odio hacia Blas de Lezo que, mientras se alejaba junto a su flota de vuelta a Inglaterra, gritó a los vientos:
God damn you, Lezo! (¡Que Dios te maldiga, Lezo!)

Además, Vernon aún tenía que pasar por un último mal trago: informar de la pérdida de la batalla a Inglaterra. Parece que, al llegar a su tierra, no tuvo valor suficiente para comunicar esta noticia públicamente, por lo que, finalmente, sus compatriotas descubrieron el engaño. Cuando se hizo público, fue tal la vergüenza para el país que el rey Jorge II prohibió todo tipo de publicación sobre la batalla.

Estatua de Blas de Lezo en Cartagena de Indias
En definitiva, con sólo 6 navíos y 2830 hombres, y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25000 hombres.

Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741 tras contraer la peste, enfermedad generada en la ciudad por los cuerpos insepultos ocasionados por los sucesivos combates. Pocas personas acudieron a su entierro debido al temor a las represalias de Sebastián de Eslava, Virrey de la ciudad. Este último había tenido continuados enfrentamientos con Blas de Lezo a causa de las decisiones tomadas en la defensa de la ciudad durante el asedio inglés.

Años más tarde se concedió a la familia Lezo el marquesado de la Real Defensa, quedando perpetuada de este modo, sus hazañas en Cartagena de Indias. Recibió después el merecido reconocimiento de la Corona y a su hijo mayor se le otorgó, en 1762, el título de marqués de Ovieco, en recuerdo de su brillante historia y del hecho más culminante de ella. Dos siglos después, el 7 de septiembre de 1955, en Cartagena de Indias fue erigida una estatua donada por el gobierno español en homenaje a Blas de Lezo.

Su última voluntad era que se instalara una placa en el castillo cartagenero de San Felipe de Barajas, escenario principal de la resistencia española, con la siguiente inscripción: 
“Ante estas murallas fueron humilladas Inglaterra y sus colonias”. 
Aún no se ha colocado, aunque Cartagena de Indias recuerda a su salvador con una gratitud que la Historia de España no le ha dispensado.


Fuentes.

Toledo, ciudad con infinitas curiosidades (VII): ¿La extinción del Águila Imperial costó menos que seis tornillos?



Hoy traemos una nueva curiosidad a este blog. Se trata de la extinción del águila imperial en Toledo, un ejemplar que surcaba los cielos de la ciudad, pero que parece ser que no caía muy bien a algunos. Era 1940, y la vida de un animal como este, no solo no valía nada, sino que daban premio por acabar con ella. Como lo refleja el Diario de Intervención de pagos de ese mismo año, se pagó a M. Torán 1,25 pesetas como "premio por extinción un águila imperial en este término municipal". En el mismo aparece un pago de 1,50 pesetas por seis tornillos, o 6,50 por un saco de cemento. Como veis, el valor de la vida de un animal como este era menos que seis tornillos.


Para que nos demos cuenta de que no somos tan diferentes, pongo el enlace a un artículo de 2009 que cuenta como el ayuntamiento de San Román de los Montes, en Toledo, dice que son "solo pajarracos" para no cambiar sus políticas de urbanismo y seguir adelante con su "ladrillazo".

Público - El pueblo que no quiere Águilas Imperiales.


Fuentes:

Escenas de cine (IX): Billy Elliot

¿Sabes esas veces en que estás muy agobiado y solo tienes ganas de explotar? Hoy me animo a escribir sobre una de las películas que han pasado a la historia en el mundo del celuloide inglés. "Billy Elliot" es "simplemente" la historia de un niño que quiere hacer algo que no le dejan, que no está bien visto. Llegó a recaudar algo más de 20 veces lo que costó.


La película tiene lugar en un barrio obrero de Durham en la Inglaterra de los años 80. Una huelga de mineros crea una atmósfera de pesimismo, pobreza y malestar. Billy es un chico que descubre el ballet y le encanta. Se apunta a unas clases de ballet en secreto y su profesora descubre que tiene talento. La escena que traemos hoy puede encontrarse en youtube como "The Angry Dance". Es el momento en que la profesora entra en casa de Billy para preguntarle, delante de su padre Jackie y su hermano Tony, por qué no había ido a clase aquel día. Si aún hoy en día ver a un hombre bailar ballet produce repulsa en algunas "personas", haceos una idea de como sería la situación hace 30 años en un barrio de proletarios: su padre y su hermano no pueden aceptar tener un familiar "maricón" (aunque Billy no es gay) y centrado en el baile cuando la familia lo está pasando tan mal.

Toda la película está llena de auténticos y emotivos escenones. En la banda sonora dos de mis canciones favoritas: "London Calling" de los Clash y "Town Called Malice" de The Jam. Quizá la entrada de hoy es solo una excusa para poner esto último jeje. No, en serio; estamos ante una de las películas favoritas del pueblo británico. Si no la has visto, debes verla. No importa que no te guste el ballet, la película no va de eso.

Pues vamos allá con la escena: representa el agobio y la rabia contenida de Billy. ¿A quién no le ha pasado nunca? Cada uno la expresa como puede y lo suyo es el baile.

Escenas de Cine (VIII): Shakespeare in love (Shakespeare enamorado)

Hacía mucho tiempo que no poníamos ninguna escena de cine y, hoy, he recordado una que a mi modo de ver, es una de las mejores escenas de esta película. Shakespeare in love o Shakespeare enamorado, es una de las películas románticas más conocidas y, por ello, esta escena -bastante cómica-, se merece una mención en la sección Escenas de Cine de NOROGACA.

La escena en cuestión muestra los momentos previos a la representación de "Romeo y Julieta", cuando el joven Shakespeare, nervioso por la acogida que puede tener su obra, observa cómo casi todo es un desastre: desde el protagonista al narrador -en mi opinión, el pobre tartamudo es el mejor de la película-. 

Shakespeare in love es una de las mejores películas que he visto y, creo, que jamás me cansaría de verla. Si alguien no la ha visto aún, se la recomiendo encarecidamente. Es, como diría Juan Carlos, un peliculón. Espero que os guste y hasta la próxima escena...

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