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Gustavo Adolfo Bécquer

Después de algún tiempo, por fin hemos logrado encontrar y ordenar la suficiente información para poder hacer una entrada de este célebre personaje que casi todo el mundo conoce o ha leído alguna leyenda Nos hicieron una petición vía Twitter, y lo prometido es deuda.

Nació en Sevilla un 17 de Febrero de 1836. Su nombre real era Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, pero todos lo conocemos por Gustavo Adolfo Bécquer. Su padre, el pintor José Domínguez Insausti, descendía de una familia noble de comerciantes de origen flamenco, Los Bécquer, familia con tanto prestigio que poseía, desde 1622, capilla y sepultura propia en la catedral. Era por eso por lo que firmaba con Bécquer como su primer apellido, y sus hijos, Valeriano y Gustavo Adolfo también. Su madre era Joaquina Bastida Vargas.

El 26 de enero de 1841, a punto de cumplir los cinco años, se queda huérfano de padre. En 1846, ingresa en el Colegio de San Telmo de Sevilla, una institución mixta en la que se acogía a huérfanos de cierto nivel. En este colegio conoce a Francisco Rodríguez Zapata, discípulo del poeta Alberto Lista, así como a su compañero y amigo Narciso Campillo. Al año siguiente, el 27 de febrero de 1847, fallece su madre, y él y su hermano son adoptados por su tía María Bastida y por Juan de Bargas, situación por la que se unen más el uno al otro.

Poco después, se cerró el colegio y decidió irse a vivir con su madrina, Manuela Monnehay Moreno, joven acomodada y con interés por la literatura. En su mediana biblioteca, empezó la afición por la lectura de Gustavo Adolfo. Se inició en la pintura en el taller de Antonio Cabral Bejarano y, más tarde, en el de su tío Joaquín Domínguez Bécquer, el cual le animó al estudio, e incluso le pagó los de Latín y le dijo la siguiente frase: 
"Tú no serás nunca un buen pintor, sino un mal literato."
Tras escribir en algunas revistas (El trono y la nobleza en Madrid, La Aurora y El Porvenir en Sevilla), en 1854, se va a Madrid con la ilusión de triunfar en la literatura, pero no puede más que sobrevivir en un ambiente bohemio en el que, para ganar algo de dinero, tiene que escribir, junto con Julio Nombela y Luis García Luna, comedias y zarzuelas como La novia y el pantalón, o La venta encantada. Estas obras las escribe en 1856, y bajo el pseudónimo de Gustavo García. En ese mismo año es cuando decide viajar a Toledo con su hermano. Para él, Toledo era un lugar en el que buscar la inspiración, un lugar de amor y peregrinación en el que podría apoyarse para escribir su futuro libro "Historia de los templos de España".

En 1857, apareció la tuberculosis, enfermedad que más tarde le llevaría a la tumba. Primero, trabajó en la Dirección de Bienes Nacionales, pero perdió el puesto porque le vieron dibujando. En ese mismo año, empezó el proyecto del libro "Historia de los templos de España", donde pretende unir el pensamiento religioso, la arquitectura y la historia: "La tradición religiosa es el eje de diamante sobre el que gira nuestro pasado. Estudiar el templo, manifestación visible de la primera, para hacer en un sólo libro la síntesis del segundo: he aquí nuestro propósito", del que solo salió el primer tomo con ilustraciones de Valeriano.

En 1858, empieza a cortejar a Josefina Espín, pero pronto se enamora de su hermana, Julia Espín, y escribe sus primeras rimas, como "Tu pupila es azul". A Julia no le gustaba la vida bohemia del escritor, y tenía aspiraciones más altas. Los dos años siguientes, convirtió a una dama de rumbo y manejo en su amante, pero ella, Elisa Guillén, lo abandonó. Finalmente, el 19 de mayo de 1861, se casó con Casta Esteban y Navarro, con la que tuvo tres hijos.

En 1860, se funda el diario El Contemporaneo, siendo redactor su gran amigo Rodríguez Correa, que consigue un puesto para que Bécquer escriba sobre política y literatura, gracias al que sobreviven él y Casta. En 1862, tienen su primer hijo, Gregorio Gustavo Adolfo, y se ve obligado a escribir más para poder mantener a su familia. Es así como nacen varias de sus obras.

En 1863, sufrió una dura recaída debido a su enfermedad, pero pudo reponerse para volver a Sevilla con su familia. Su amigo y mecenas González Bravo, le nombra censor en 1864 hasta que, en 1867, tiene su segundo hijo, Jorge.

El año 1868 fue un año muy malo para él, ya que vuelve al cargo de censor y Casta le es infiel y, para colmo, su libro de poemas desaparece en los disturbios revolucionarios. Así pues, decide marchar de nuevo a Toledo, esta vez, huyendo, aunque por poco tiempo. En diciembre, para terminar con el mal año, nace su tercer hijo, fruto de la infidelidad, Emilio Eusebio. Casta y Valeriano discuten continuamente, debido a que ella no soporta su carácter y su constante presencia en casa. No obstante, los esposos se seguían escribiendo. Es por esta razón que Gustavo Adolfo Bécquer decide pasar otra temporada en Toledo, ciudad que parece ser la única que le ayuda a superar sus tragedias.

En 1870, sale hacia Madrid con el fin de dirigir La ilustración de Madrid, que funda Eduardo Gasset, y en la que trabaja Valeriano como dibujante. En septiembre de ese mismo año, fallece Valeriano, y Gustavo se queda hundido en una profunda tristeza. En noviembre, le nombran director de la publicación El entreacto, que sólo publica la primera parte de un inconcluso relato

El 22 de diciembre de 1870, coincidiendo con un eclipse total de sol, muere Gustavo Adolfo Bécquer, quizás víctima de un enfriamiento invernal. Cuando estaba a punto de morir, le pidió a su amigo Augusto Ferrán que quemase sus cartas ya que él piensa que serían su deshonra y que publicara sus versos:
"Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo". 
También pidió que cuidaran de sus hijos. Lo último que pronunció fue:
"Todo mortal"
En 1871, Ferrán y Correa publica su obra en dos volúmenes, y en las siguientes ediciones se fueron añadiendo escritos.

Bécquer y Toledo
Bécquer vino a Toledo por primera vez con el doble objetivo de inspirarse para su "Historia de los templos de España", y conseguir que su hermano Valeriano le prestara algún dinero para hacer posible el proyecto. Del proyecto, sólo se consiguió que saliera el primer tomo, "Templos de Toledo", y el dinero no dio para más. Sin embargo, su visita no fue en vano, ya que quedó prendado de esta ciudad, e inspiró una gran parte de su obra. Él pensaba que la historia no sólo se escribe con datos, sino que también es necesario conocer las creencias de la gente, sus pensamientos, las leyendas, los amores... ya que todo esto es lo que estructura nuestro alma.

En 1911, la ciudad decidió dedicar a los hermanos Bécquer la conocida calle de la lechuga, en base a unos informes dados por el entonces director del Instituto de la Edad Media, Ventura Reyes, que decían que los hermanos habían vivido en la casa nº 9 de esta misma calle, junto a la casa de Ventura.


Según investigaciones más recientes de V. Benito, la estancia en esa casa, de haber ocurrido, hubiera sido breve, dado que en esa casa se admitían huéspedes.


En la que sí vivieron los hermanos por un tiempo más prolongado fue en la calle de San Ildefonso, en una casa en la que todavía vive el laurel que el mismo Gustavo plantó, y en la que había un brocal árabe pintado por su hermano Valeriano, que actualmente está en el Victoria and Albert Museum de Londres.

Se dice que Bécquer, debido a que le gustaban mucho las salidas por el Toledo nocturno, muchas veces se veía con la puerta cerrada y, por tanto, tenía que saltar el muro a altas horas de la noche para poder acceder a su casa.

Por último, aquí os dejo una de las famosas leyendas de Bécquer, para que quede constancia del cariño que le tenía a la ciudad de Toledo, que para él era fuente de inspiración, y que le deja marcado en sus tres últimas visitas.

Las Tres Fechas

En uno de sus caminos habituales por la ciudad de Toledo, el poeta se encamina desde su casa hasta San Juan de los Reyes, para allí realizar alguno de sus bocetos, con el fin de venderlos. En una noble ventana, de un antiguo palacio, cree ver a una joven, de la que sin apenas conocer sus facciones, no puede evitar quedar prendado. Varios días son los que pasa por la ventana, y siempre ver aquella imagen, pero pronto, ha de marchar a Madrid, no sin antes, apuntar la primera fecha.

Al tiempo, vuelve a Toledo, pero al realizar los mismos recorridos que antes hacía, descubrió que donde antes había un palacio noble, ahora solo había ruinas, que las callejas que antes eran deliciosas para sus paseos, ahora están llenas de escombros, que los azulejos moriscos yacen bajo el musgo, y lo que antes era belleza, ahora es desolación. El poeta regresa sobre sus pasos y descubre una plaza, enmarcada entre tapias de un viejo convento, y allí decide abrir sus carpetas para plasmar en sus dibujos la vida monástica. Entonces, es cuando le sorprende una blanca mano, con un pañuelo bordado que le saluda, y en la que reconoce a la misma joven de la ventana. Otra vez vuelve a apuntar la fecha. Muchos días vuelve al mismo sitio, aunque ya casi no abre sus carpetas, pues espera poder volver a ver la mano de su amada. Poco después tiene que irse a Madrid.

Al cabo de un año, el poeta regresa otra vez a Toledo. Algo le hace volver. Quizás ese amor dormido, ese sueño, esas dos fechas escritas en su carpeta y también, ¿por qué no? el regusto por encontrar en el pasado lo que no se consigue en el presente. Esa ciudad de Toledo.

En realidad no sigue ningún camino, sino que solo pretende perderse por las callejuelas de Toledo, pero sin darse cuenta, acaba en el convento donde vio por última vez esa mano. Esta vez estaba abierto, y de su interior salían cantos religiosos y olor a incienso.

Bécquer se decidió preguntar qué es lo que pasaba, y los curiosos le dijeron que era una toma de hábito. Al parecer, una joven, hija de familia acomodada, tras perder a sus padres y quedar totalmente sola en el mundo, tras un año de estancia en el convento, renunciaba totalmente al mundo para consagrarse a Dios.

Entró en el templo, y pudo ver como la rubia cabellera de la novicia era cortada en señal de renuncia, y sin poder contemplar su rostro emocionado, su corazón le dijo que era su amada.

Esta fue la tercera fecha, que no anotó, pero quedó más grabada que las dos anteriores, pues la dejó para siempre en su corazón.

Y dice la leyenda, que el poeta romántico volvió muchas noches a la vieja plaza, donde se alzan los muros conventuales, para escuchar el canto monjil de maitines, porque entre esas voces, estaban también los suspiros de su amada desconocida, que aún amaba algo del mundo... ¡que suspiraba por él!

Y este rincón, que sin cambiar su nombre, hoy es más conocido como "Plaza romántica", conserva como pocos espacios en Toledo el alma del genial poeta, los suspiros de la novicia y, sobre todo, esa inmensa paz de un amor sublime.

Fuentes:

14 comentarios:

  1. Buena entrada, felicidades, lo único es que contiene un pequeño error: el brocal que pinto Valeriano no se encuentra en el Taller del Moro sino en el Victoria and Albert Museum de Londres. En el foro de Toletho.com tenemos una entrada sobre ese brocal.

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  2. Es bueno saberlo. Siempre aprendemos de nuestros errores. En cuanto pueda Juan Carlos, solventará el error. Muchas gracias!! =)

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  3. Ya está corregido.
    Gracias por la corrección, y por la lectura. De todas maneras, ¿Me podrías poner un enlace del sitio del tema del foro en concreto para ponerlo como fuente documental?

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Es una confusión muy común dado que en ese jardín aparecieron dos brocales. El que pintó Valeriano que está en Londres y otro ligeramente parecido que estaba en el Taller del Moro y ahora está en Santa Cruz.

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  6. ¡Qué torpe estoy! Dos veces que no se pega el enlace:

    http://foro.toletho.com/viewtopic.php?p=17781#p17781

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  7. Ya he puesto como fuente al foro. Gracias

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  8. ¡Ay! Becquer, que recuerdos: Juank, ¿te acuerdas de mi teoría del calambur? que buena. Una teoría que hasta ese día no existía jajajaja

    Y Moratilla decía: "¿y por qué no pusiste eso en el examen?", y yo no sabía cómo decirle que se me ocurrió después del examen... jajaja

    Un abrazo para Moratilla donde quiera que ande, que gran profesor

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  9. Claro que me acuerdo de "el aura" jejej. Estaría bien dar ahora una clase con Moratilla

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  10. ¡Espléndida entrada JuanC! y me alegra mucho verte "back in showbiz" :o)
    No sabía que el personaje en cuestión era tan "marginal"; confirma mi idea que mucha creación valiosa ocurre fuera de un digamos "marco oficial"... luego no se si podemos/debemos sacar conclusiones respeto a exigencias de jóvenes artistas para ser subvencionados - mejor me callo :D
    tb. voy a tener un comentario a propósito de maitines, una preciosa experiencia con cosas que me contado una monja de clausura que era mi guía el año pasado en el monasterio sta Isabel de los Reyes; pero ese lo pondré en el Foro en un futuro próximo.
    un abrazo; K.

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  11. Si, la verdad es que hay personajes marginales que luego triunfan cuando ya han muerto, pero... también hay algunos que se creen artistas y en realidad solo hacen tonterías. Una cosa es el arte y otra muy distinta, lo que hacen algunos diciendo que es arte. Sino... veasé una exposición temporal que había en el reina sofía sobre... basura. Si, habéis leido bien, basura. Vamos, todo un "espectáculo".

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  12. JuanC, no he visto el expo que dices, y esta claro que hay mucha tomadura pelo en el mundo del arte moderno. Pero creo que el mero hecho de utilizar basura en una obra de arte en sí no es despreciable; Tàpies también lo ha hecho a veces (trapos viejos, papel higiénico...), con ideas muy interesantes detrás (merece la pena leer sus escritos) y resultados absolutamente valiosos, solo que requiere desciframiento del espectador.

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  13. La verdad es que es un tema sobre el que se puede hablar mucho, y quizá merezca una entrada próxima. Es cierto que depende de como se utilice una cosa puede ser o no arte, depende también de la interpretación, de a quién vaya dirigido... etc, pero... También es verdad que muchas veces, algunos "artistas" no saben distinguir donde está la linea que separa el arte de lo absurdo.
    Una vez pusieron en un reconocido museo de Madrid dibujos hechos por niños, simples garabatos, para ver como reaccionaba la gente. Pues después de esto, muchos supuestos entendidos del arte, se acercaban y daban interpretaciones imaginadas sobre lo que querría decir el autor. No quería decir eso, eran simplemente garabatos. Eso es el absurdo.

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