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Monumentos de Toledo (V): Ermita del Cristo de la Vega.

Rodríguez Campos, A. Ermita del Cristo de la Vega.
Aunque conocida popularmente bajo esta advocación, la ermita del Cristo de la Vega tiene su origen en época visigoda, cuando fue una de las basílicas más importantes de Toledo, dedicada a Santa Leocadia, donde se celebraron algunos de los famosos concilios. 

La tradición toledana, recogida por todos los autores, asegura que la santa fue enterrada en este lugar, lo que parece verosímil por tratarse de la zona dedicada a cementerios extramuros de la ciudad. 

Posteriormente, durante el reinado de Sisebuto (siglo VII), se construiría un suntuoso templo que, según el Padre Mariana, era “de labor muy prima y muy costosa”, en el que se localiza la aparición a San Ildefonso en el año 660.

La importancia del lugar, en esos años, queda demostrada por ser la propia basílica lugar de enterramiento de los más importantes arzobispos toledanos, como San Ildefonso, San Eugenio, San Eladio o San Julián, así como gran parte de los monarcas visigodos. Asimismo, está vinculada a la toma de Toledo por los árabes, pues cuenta la leyenda que, estando los habitantes cristianos de la ciudad celebrando la romería de Santa Leocadia en la basílica, los judíos, a los que perjudicaban gravemente las leyes visigodas, abrieron las puertas de la ciudad a los invasores musulmanes.

A partir del 711, la basílica fue destruida totalmente y el lugar se convirtió en cementerio musulmán hasta 1085. De esta época datan las estelas funerarias en forma de columna, que reciben el nombre de “cipos” funerarios, y que se hallaban esparcidas por el lugar. Dos de ellas, con inscripciones epigráficas, se encuentran empotradas en la fachada de la casa del santero.

Alonso Martín, A. Interior de la ermita 
del Cristo de la Vega.
El culto cristiano fue restaurado tras la reconstrucción del templo, por Alfonso VI, bajo la advocación de Santa Leocadia. El arzobispo Juan de Castellmorum dignificó el lugar convirtiendo el santuario en Iglesia colegial, con canónigos que vivían bajo la regla de San Agustín, desde 1162. 

A partir del siglo XVI comienza la decadencia de la Iglesia que acabará convertida en ermita del Cristo de la Vega, a comienzos del siglo XVIII. Ya entonces, la imaginación popular adoptó la primera leyenda con respecto al carácter milagroso del Cristo que tiene desclavado un brazo. Se cuenta que un caballero dio su palabra de casamiento a una joven y después no quiso cumplirla, negando haberla hecho. Acudieron ambos ante el Cristo con testigos, y la imagen bajó su brazo derecho atestiguando la verdad de la joven, con lo que el caballero tuvo que cumplir la palabra dada.

En el siglo XIX, el historiador Sixto Ramón Parro recoge otras dos leyendas en las que varían los personajes, pero no así la conclusión final. En una de ellas los personajes son un judío y un cristiano y, curiosamente, la circunstancia de la consulta al Cristo fue el préstamo del cristiano al judío, cosa que éste negaba. La segunda  hace referencia a un duelo entre caballeros junto a las tapias de la ermita, en el cual habiendo caído el provocador, el otro en un acto de generosidad, le perdonó la vida; y, entrando los dos a orar en la ermita, el Cristo bajó el brazo en señal de aprobación del clemente comportamiento.

La ermita fue destruida durante la guerra de la Independencia por las tropas francesas, excepto su ábside -del siglo XIII-, y se volvió a construir entre 1816 y 1826 mediante una suscripción popular. En 1845, el cabildo cardenalicio instaló el cementerio a la entrada del templo, dedicando su parte izquierda a los canónigos y la derecha a la gente adinerada. Este pequeño cementerio se compone de nichos y no podían alterarse la decoración de sus lápidas, lo que confiere al conjunto una gran uniformidad. Cierra el cementerio una verja de hierro de 1848. En su portada se halla una escultura de Santa Leocadia de estilo renacentista -siglo XVI-, trasladada a este lugar desde la Puerta del Cambrón, pues en cada una de las puertas de la muralla se situaban esculturas de los patrones de la ciudad.

En la segunda mitad del siglo XIX, se levantó frente a la entrada un monumento neomudéjar al Sagrado Corazón. Tanto esta escultura como el Cristo crucificado de la ermita fueron destruidas durante la Guerra Civil de 1936, siendo las actuales del escultor Tomás Gimena Herreros.

En 1956, se llevó a cabo una excavación arqueológica donde se encontraron diversos restos arquitectónicos visigodos y el Credo visigodo en piedra, conservado en el Museo de los Concilios Visigóticos de San Román.

Alonso Martín, A. El Cristo de la Vega.

Artísticamente, destaca el ábside mudéjar que cuenta con varias peculiaridades. Conserva en el exterior, en el lado de la epístola, restos de policromía y decoración de lacería, siendo este el único caso conservado de un enlucido exterior del mudéjar toledano. Por lo demás, el ábside responde al tradicional modelo toledano, con superposición de cuerpos que se articulaban con arcos doblados o cobijados, de herradura, polilobulados o de medio punto. El interior está recorrido por un friso de arcos entrelazados, ornamentación que no es muy habitual en la decoración de muros interiores.

Como nota curiosa, en esta ermita se han celebrado, al menos desde el siglo XVII, los llamados “Reviernes”, septenario que tenía lugar todos los viernes entre la Pascua de Resurrección y la de Pentecostés; cada uno de esos días había una especie de romería en el lugar. Actualmente, se siguen llevando a cabo estas celebraciones.

A continuación, y para finalizar, os dejamos un vídeo de la Zarzuela en tres actos que narra la leyenda del Cristo de la Vega, también conocida como "A buen juez, mejor testigo". Son casi 25 minutos, pero merece la pena.

Desde NOROGACA, damos las gracias a Alejandro Alonso y a su blog, Rincones de Toledo, por sus maravillosas fotografías del interior de la ermita del Cristo de la Vega.

Fuentes
  • LEBLIC GARCÍA, V.  El Cristo de la Vega: Apuntes históricos. Toledo: Hermandad del Santo Cristo de la Vega, 2006.
  • PARRO, S. R. Toledo en la mano, o Descripción histórico-artística de la magnífica Catedral y de los demás célebres monumentos. Toledo: Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1978. 
  • Rincones de Toledo.
  • VV. AA. Arquitecturas de Toledo. Servicio de publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo, 1992.

Lux del Greco 2013: Puerta de Bisagra, Teatro de Rojas y Puerta del Cambrón.

Con motivo de la conmemoración del IV Centenario de la muerte de El Greco, durante todo el 2014 en la ciudad de Toledo se celebrarán numerosas actividades y eventos al respecto. No obstante, ya hemos podido comprobar ciertas iniciativas sobre este asunto.

RODRÍGUEZ CAMPOS, A. Paseo de Recaredo durante el Lux del Greco 2013.
Como años anteriores desde 2009, Toledo ha acogido el espectáculo de luces y sonido "Lux del Greco", en el que mediante un videomapping -término muy de moda actualmente-, se plasman imágenes del genial pintor cretense sobre edificios emblemáticos de la ciudad de Toledo. En esta edición de 2013, el acto iba bajo el título “A las puertas de una nueva época”, haciendo gala del poco tiempo que falta para la conmemoración de este aniversario.

RODRÍGUEZ CAMPOS, A. Lux del Greco 2013:
Puerta del Cambrón
.
El primer fin de semana no tuvo gran acogida. Sin embargo, este último fin de semana ha sido todo un éxito, llegando, a veces, a tener que esperar al siguiente pase para poder verlo como es debido. De hecho, al dirigirse de un monumento a otro, se podía observar la enorme afluencia de personas que estaba teniendo Toledo gracias, entre otras muchas cosas, a la difusión que se ha dado de estas representaciones en medios de comunicación y redes sociales.

Este año, la novedad ha sido la Puerta del Cambrón, en el que se ha hecho un recorrido artístico de El Greco junto a un videomapping en tres dimensiones sobre el desarrollo constructivo del monumento. No obstante, a mi parecer, quizás era un poco flojo en comparación con los demás. 

Repitieron el Teatro de Rojas y una espectacular Puerta de Bisagra que dejaba a todo espectador boquiabierto. El teatro, al igual que en la pasada edición, representó imágenes de la evolución de la obra y vida del pintor cretense ante los ojos de los atónitos visitantes. La Puerta de Bisagra mostró, con imágenes y un impresionante audio, el contexto histórico de la época renacentista que vivió El Greco (Candía, 1541-Toledo, 1614), así como un leve paso por la historia de semejante edificación toledana.

RODRÍGUEZ CAMPOS, A. Lux del Greco 2013: Teatro de Rojas.

RODRÍGUEZ CAMPOS, A. Lux del Greco 2013: Puerta de Bisagra.
Quizás, hemos echado de menos la participación del monumento por excelencia, la Catedral que, por cuestiones varias no ha sido partícipe este año de este espectáculo. Aunque, recuerdo con muy buen sabor de boca la representación que se hizo sobre la fachada del Hospital Tavera, en 2011.

Desde NOROGACA, creemos que "Lux del Greco" es una buena y gran iniciativa para conocer tanto la vida y obra del pintor cretense como los distintos monumentos emblemáticos de la ciudad de Toledo. Por ello, quizás sería bueno que, coincidiendo con el IV Centenario de la muerte de El Greco, pudieran hacerse en más edificaciones para la edición de 2014. Sabemos que supone bastante presupuesto pero, si hacemos las cosas necesarias y no las "bonitas", podemos hacer que el turismo suba aún más en la ciudad, que venga más gente y que podamos llegar a ser un referente nacional e, incluso, internacional en lo que al pintor cretense se refiere, puesto que, ciudad como Toledo no existe otra igual.


Juanelo Turriano: Un genio que murió en la miseria

Busto de Juanelo Turriano. Museo de Santa Cruz.
Por Alejandra Rodríguez Campos.
Creo que es de justicia dedicarle al menos una entrada, a uno de los grandes genios que pisó la ciudad de Toledo: Juanelo Turriano.

Giovanni Torriani, nació en la ciudad de Cremona, al norte de Italia, entre 1500 y 1511 (aunque lo más seguro es que fuera en 1501). Pertenecía a una familia humilde cuyo padre, Gerardi Torriani, poseía la explotación de dos molinos sobre el río Po. Su formación, más práctica que académica, se labró en el taller de su padre, realizando y reparando pequeños mecanismos. Su amigo Giorgio Fóndulo, profesor de la universidad de Pavia, le inició en los estudios de astronomía, para los cuales se dice que poseía un talento innato. 

Durante su juventud, permaneció en Cremona llegando a tener su propio taller de relojero, y realizando pedidos por encargo para la ciudad. Contrató, así, a un aprendiz al que, según la tradición del gremio, vestía, alimentaba e instruía a cambio de su trabajo.

Poco más tarde, fabrica algunos inventos, como una grúa mecánica capaz de elevar cañones de gran peso o una draga (gran desafío de la ingeniería) para la ciudad de Venecia, gracias a los cuales adquiere cierta reputación.

Draga de noria.

Llega a España en 1530, periodo en el que se le encarga la restauración del reloj planetario de Giovanni Dondi, fabricado en 1381. Pero Juanelo insiste en realizar uno nuevo y, finalmente, lo termina en 1551. El aparato estaba formado por mil ochocientas piezas y tres muelles, en lugar del tradicional sistema de contrapesos. Además mostraba ocho esferas planetarias, marcando las horas solares y las lunares. También fabricó el reloj astronómico “cristalino” que, al ser trasparente, permitía que se viera todo el funcionamiento del mecanismo.

En 1554, es nombrado Relojero Real de la Corte de Carlos V, y permanece con él hasta que este muere en su retiro de Yuste, en 1558. Su hijo, Felipe II, no quiso prescindir de sus servicios y le nombró “Matemático Mayor” participando en la reforma del calendario actual, al servicio del papa Gregorio XIII. Otras de sus obras son la construcción de la presa del pantano de Tibi en Alicante —que fue durante casi 300 años la más alta del mundo—, el diseño de las campanas de El Escorial junto a Juan de Herrera —del que fue gran amigo—, algunos molinos, varios autómatas, relojes, etc. También construye "El Hombre de Palo", autómata que merece otra entrada aparte.

Pero sin duda alguna, la obra cumbre de la vida de este gran ingeniero, su gloria y su ruina, fue el llamado “Artificio de Juanelo”. Obra maestra de la ingeniería, este artificio conseguía subir agua del río a la ciudad salvando una altura de 90 metros, con la única ayuda del peso propio del agua. Juanelo estaba tan convencido de que lo conseguiría que decidió costearlo de su bolsillo hasta que se comprobara su funcionamiento. Se inicia en 1565 y se termina en 1569 y, aunque el rendimiento es muy superior a las previsiones iniciales de 17000 litros diarios, la ciudad de Toledo se negó a pagarle, alegando que todo el agua suministrada se quedaba en el Alcázar, propiedad real. Aquí comenzaba la lucha que iba a llevar a Juanelo y a su familia a la ruina.

En 1575, se firmó un nuevo contrato entre Juanelo, el Rey y la ciudad, para hacer un segundo artificio, quedando el primero para uso exclusivo del Alcázar. Se termina en 1581, pero tampoco la ciudad abonó lo convenido. 

Restos del Artificio. J. Laurent. 1865

En 1585, muere uno de los más grandes genios de la historia, sumido en la más absoluta de las miserias y con una gran desesperación que manifestaba en las últimas cartas al Rey. Es enterrado unos metros más arriba de su gran obra, en el también desaparecido Convento del Carmen.

No muy lejanas nos quedan esas maneras de actuar por parte de las autoridades...

Fuentes:

El dibujante (VII): Así se las gastaba Miguel Ángel

Hola de nuevo. Hoy me gustaría contar una pequeña anécdota sobre Miguel Ángel. Por lo visto, el artista florentino tenía un temperamento ciertamente muy difícil. No era ni sociable ni fácil de tratar. 

El maestro de ceremonias
Biaggio da Cessena,  en
el Juicio Final de
Miguel Ángel.
En Roma, se contaba un pequeño incidente que tuvo con Rafael y que da buena muestra de esto que comento. Un día, Rafael acompañado por sus discípulos, se encontró con Miguel Ángel. Éste le dijo con desprecio: “pareces un príncipe rodeado de tus cortesanos”, a lo que Rafael respondió: “y tú solitario, como un verdugo”. Así era Miguel Ángel. Rafael, con esta frase, le caló a la perfección. 

Pero a lo que íbamos. Veinte años después de pintar la bóveda de la capilla Sixtina, Paulo III encargó a Miguel Ángel la decoración de la pared del altar. El tema elegido fue el Juicio final (esta vez no hubo discusión al respecto). Miguel Ángel aceptó el encargo aunque de mala gana, pues creía que con el nuevo Papa podría ocuparse de la tumba de Julio II, cuya ejecución venía demorando por culpa de los encargos impuestos por los papas Médici. 

Vasari cuenta como un día, mientras el Papa, acompañado por su maestro de ceremonias Biaggio da Cessena, visitaba la capilla, éste le hizo el comentario de que "tantos desnudos resultaban indecorosos para un lugar como aquel". Miguel Ángel oyó la crítica y le enfureció, por lo que, una vez que el Papa y su compañero se hubieron marchado, retrató a Biaggio da Cessena en el infierno, en medio de un grupo de diablos (haciendo amigos). 

Al verse en el fresco de aquella guisa y en el infierno, el maestro de ceremonias puso el grito en el cielo, fue a quejarse ante el Papa y a solicitar que le quitaran de allí. El Papa fue a ver lo que le decían y, tras unos momentos de contemplar el fresco vino a decir: si te hubieran puesto en el Purgatorio podría hacer algo más; en el infierno nada puedo, pues para los que están allí no hay redención posible. Y se marchó, dejando así a Miguel Ángel cumplir su venganza. 

Siempre me hizo gracia la salida del Papa, muy ocurrente, reflejando lo complacido que estaba con la obra del florentino, a pesar de los desnudos y del desquite con su maestro de ceremonias.

El dibujo de hoy me sirve para dar la bienvenida al verano y para alegrarme por todos los que hoy ya están de vacaciones hasta el curso que viene. Disfrutad de un merecido descanso.

El Verano (2012). Luis M. G. M.
El artista recomendado hoy es Serge Marshennikov ciertamente brillante en mi modesta opinión
.

Luis M. G. M.

Velázquez: De aprendiz a pintor de Cámara

Bueno, bueno. Después de mis queridos -y destrozadores- exámenes, hoy vuelvo a la carga con otro gran personaje de la historia de España y, por supuesto, del arte universal. Desde chiquitina, mi abuelo ya me decía que eran impresionantes sus pinturas y creo que, gracias a él, terminé por ponerle entre mis artistas favoritos. Sólo espero que este post sea de vuestro agrado. Os dejo con él, con Diego Velázquez...

VELÁZQUEZ, D. Autorretrato (c. 1650)
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nace en Sevilla en 1599. El primogénito de Joao Rodríguez Silva y de Jerónima Velázquez, fue bautizado en la parroquia de San Pedro de Sevilla, el 6 de junio. Adoptó el apellido de la madre, a la usanza portuguesa, frecuente también en Andalucía. Después, llegaron sus siete hermanos: Juan (1601), Fernando (1604), Silvestre (1606), Juana (1609), Roque (1612), Francisco (1617) y Francisca (1621).

Durante esta época, Sevilla es la ciudad más populosa y rica de España, y es en este ambiente en el que el joven Velázquez inicia su formación artística. En 1609, el joven pintor pasa una pequeña estancia en el taller de Francisco Herrera el Viejo -pintor dotado de gusto y talento, así como de un pésimo carácter-, debido a que se cansa pronto de aguantar tal temperamento. Fue entonces cuando su padre firma un contrato de aprendizaje de cuatro a seis años con el maestro Francisco Pacheco para la educación de Diego, que contaba con doce años, el 1 de diciembre de 1610:
Para que el dicho mi hijo se sirva en la dicha vuestra casa y en todo lo demás que le dixéredes e mandáredes que le sea onesto e pusible de hazer, y vos le enseñéys el dicho vuestro arte bien e cumplidamente, según e como lo sabéys, sin le encubrir de cosa alguna... Y en todo el dicho tiempo le ayáis de dar de comer e bever e calsar, e casa e cama en que esté e duerma, sano y enffermo, y curalle de las enffermedades que tuviere, como no pasen de quinze días... Y en fin del dicho tiempo le ayáis de dar un vestido, que se entiende calsón, ropilla e ferreruelo de paño de la tierra, e medias e çapatos, e dos camisas con sus cuellos, e un jubón e un sonbrero y pretina, todo ello nuevo, cortado e cosido a vuestra costa....
En la primavera de 1617, terminado el plazo para realizar estos estudios, Velázquez supera el examen de maestría que le acreditaba como pintor con taller propio. De este modo, estaba capacitado para abrir un taller autónomo y llevar a cabo, como maestro, contratos de aprendizaje o de colaboración con otros artistas. El 23 de abril del año siguiente, Diego Velázquez contraía matrimonio con Juana, hija del maestro Pacheco.

Así pues, en su incipiente maestría, Diego pintaba, por una parte, encargos religiosos facilitados por la influencia de su suegro y, por otra, bodegones o cocinas, en los que intentaba conseguir esa veracidad de lo natural con que las corrientes "Caravaggistas" encandilaban a los artistas primerizos. En sus primeros cuadros, Velázquez suele incluir elementos de naturaleza muerta, como panes, frutas, jarros de vino, verduras y otros objetos inanimados, cacharros de loza o de arcilla y recipientes de metal o cristal, colocados sobre mesas. No obstante, a diferencia de los pintores especializados en naturalezas muertas, Velázquez utiliza estos elementos para narrar una historia en la que aparecen cocineras, criadas o jóvenes que comen y beben con despreocupación. De esta manera, sus cuadros son obra de un niño prodigio, abierto y sensible al estudio de las novedades.

VELÁZQUEZ, D. El conde-duque de Olivares
a caballo
(c. 1634).
El 31 de marzo de 1621, fallece el rey Felipe III a los cuarenta y tres años. El nuevo monarca, Felipe IV, un joven de dieciséis años, sin apenas conocimientos en asuntos de gobierno, nombra primer ministro al conde-duque Gaspar Guzmán de Olivares. El rey Felipe IV no está contento con los pintores que tenía su padre, por lo que es el momento idóneo para que Diego Velázquez viaje a Madrid a proponerle novedades. Aunque llevaba las de ganar -puesto que el conde-duque favorecía al mundo sevillano-, el joven pintor no logra retratar al soberano. No obstante, recibe el encargo del retrato del poeta don Luis de Góngora y Argote, por parte de Pacheco, para incluirlo en el inacabado Libro de Retratos de Hombres ilustres. Llevó a cabo un soberbio busto de Góngora, el primero de sus mejores retratos. Este asunto motivó su regreso inmediato a Madrid en 1623, por interés personal de Felipe IV quien, el 31 de octubre, le nombra pintor de cámara, cobrando "veinte ducados de salario al mes y sus obras pagadas, juntamente con médico y botica y casa de aposento". Así pues, el pintor se instala en la capital de España con su familia, donde trabaja en su taller al servicio de Felipe IV y vive como un dignatario de la corte.

Empieza, por tanto, una fase en la que ocupará altos cargos en la vida palaciega -Ujier de Cámara (1627),  Superintendente de Obras y Aposentador Mayor de Palacio- hasta que se le otorga el título de Caballero de Santiago (1658), honor reservado exclusivamente a los grados más altos de la nobleza.

VELÁZQUEZ, D. El dios Marte
(c. 1638)
La principal actividad pictórica del Sevillano entre 1623 y 1629 -momento en que emprende su primer viaje a Italia- será el retrato. Para ello, le hacen acudir a Madrid, con el fin de retratar al Rey y su familia, en el amplio sentido romano, que comprende parientes, servidores y bufones. Así nace Las Meninas que, debido a la presencia de dos personajes secundarios; anteriormente, hasta el siglo XVIII, se llamó La Familia. De esta manera, se comprende que, desde su llegada a Madrid, la pintura religiosa desaparece casi totalmente de su producción.

La familiaridad que el artista sevillano adquiere por la extraordinaria riqueza de las colecciones españolas, se refleja directamente en la evolución de su estilo personal: del naturalismo oscuro de la época sevillana pasa a la sugestión luminosa de los años maduros; de los rigurosos tonos terrosos pasa a los azules límpidos y al gris plata. Incluso, puede llegar a cultivar una temática profana ocasionalmente, como la historia o la mitología.

En 1628, conoce a Rubens, quien ya había estado en España anteriormente en 1603, cuando se dirigió a Valladolid como diplomático. Durante su estancia en España, visitó las colecciones de pintura de El Escorial acompañado de Diego Velázquez, de quien apreció su modestia. Aunque se temperamentos y gustos opuestos, ambos eran grandes pintores y estaban dispuestos a coincidir en la admiración de los lienzos de Tiziano o Tintoretto.

Velázquez solicita la licencia de su amo y señor para perfeccionar sus estudios en Italia y su concesión llega el 28 de junio de 1629. El 10 de agosto parte del puerto de Barcelona con seiscientos ducados de plata, una medalla con el retrato del rey, varias cartas de presentación y en la misma nave en la que viaja el general don Ambrosio de Spínola, tras su triunfo en el sitio y toma de Breda. Desembarca en Génova, luego llega a Milán y después a Venecia, donde es recibido por el embajador español Cristóbal de Benavides, quien le hospeda en su propia casa. Posteriormente, se dirige a Ferrara, donde es hospedado por el cardenal Julio Sacchetti, poniéndole a su disposición uno de sus criados españoles para que le sirviese y le enseñase la ciudad. Por sugerencia de Sacchetti, Velázquez se encamina a Cento, quizás para conocer a Francesco Barbieri "Guercino".

Más tarde, viajó a Bolonia y, de allí, a Loreto, por motivos religiosos, para finalmente acabar en Roma en enero de 1630 durante un año. Al principio, reside en los mismos Palacios Vaticanos para después alojarse en Villa Médicis. Durante este tiempo, estudia los frescos de Rafael en las Estancias Vaticanas, los de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y, los dos meses en que estuvo en Villa Médicis, estuvo en contacto con las obras de la Antigüedad, que copia fielmente y que terminaron por formar parte de sus modelos iconográficos. Durante su estancia romana, elabora sus principales lienzos de este periodo: La fragua de Vulcano y La túnica de José. Este primer viaje a Italia, constituye la última fase de su formación.

Desde entonces, el estilo y la técnica de Velázquez no serían los mismos: la inserción en sus pinturas de los modelos estudiados en Italia, la mayor soltura y seguridad de su pincelada, el renovado sentimiento del color y hasta el modo de preparar las telas le abrirán puertas en la búsqueda de la belleza.

VELÁZQUEZ, D. Coronación de la Virgen
(c. 1635)
En diciembre de 1631, Velázquez regresa a Madrid, con un arte que superaba al de sus posibles rivales en la corte. Con la formación más completa que un artista español hubiera podido tener jamás, reanuda su actividad en palacio, recibiendo de nuevo muestras de afecto y confianza del rey Felipe IV. De hecho, durante su estancia en Italia, el rey había tenido a su primer hijo, Baltasar Carlos, a quien no quiso que ningún pintor lo retratase salvo Velázquez. Además, retorna a los temas religiosos que ya había cultivado en sus comienzos, en Sevilla, aflorando un eco clasicista derivado de los pintores italianos en la disposición general -Cristo crucificado o Cristo contemplado por el alma cristiana- y en una utilización cromática que permite extraordinarios efectos pictóricos en los lienzos -San Antonio Abad y san Pablo ermitaño-. En esta época, le fue encargado la Coronación de la Virgen para el oratorio del cuarto de la reina Isabel de Borbón en el Alcázar de Madrid.

Estableció su taller en el Alcázar y tuvo ayudantes, entre los que destacan el esclavo Juan de Pareja y Juan Bautista del Mazo. Al mismo tiempo, continuó su ascenso en la corte: en 1633 recibió una vara de alguacil de corte, ayuda de guardarropa de su majestad en 1636, ayuda de cámara en 1643 y superintendente de obras un año más tarde.

Para el Palacio del Buen Retiro -construido en Madrid por iniciativa del conde-duque de Olivares-, Velázquez realiza una serie de soberbios retratos ecuestres de Felipe III, Felipe IV, sus respectivas esposas y los príncipes herederos. Además, se ocupa de dirigir la decoración de las paredes del gran Salón de Reinos, para el que se encargan una serie de grandes lienzos con temas de batallas, con el fin de exaltar los triunfos de la monarquía. A esta serie, pertenece la Rendición de Breda, el célebre cuadro de Velázquez también conocido como Las lanzas.

VELÁZQUEZ, D. La rendición de Breda o Las lanzas (c. 1635)
Junto a las obras para el Buen Retiro, Velázquez trabaja también para la Torre de la Parada, el pabellón de caza de las proximidades del Pardo. Su tarea fue la de enriquecer el palacete con algunos retratos de miembros de la real familia en traje de caza y con sus animales preferidos, en los paisajes de la sierra del Guadarrama.

VELÁZQUEZ, D. Felipe IV en Fraga (c. 1644)
Entre 1642 y 1646, el rey decide emprender la "Jornadas de Aragón", en la que Velázquez hubo de acompañarle como cronista gráfico hasta Zaragoza. Tras el levantamiento catalán que a su vez posibilitó la separación de Portugal, el conde-duque de Olivares es despojado del poder en 1643 y confinado en Toro (Zamora). En 1644, la victoria de Lérida sobre los sublevados es conmemorada por el mejor retrato que jamás pintara Velázquez: Felipe IV en Fraga, con sus galas de jefe. Durante ese periodo, el rey sufre una serie de desgracias familiares: la muerte de la reina Isabel (1644) y la del príncipe Baltasar Carlos (1646).

En noviembre de 1648, Diego Velázquez parte de nuevo hacia Italia, en esta ocasión, por encargo del rey, en compañía de una embajada extraordinaria enviada al Papa Inocencio X. Su tarea, esta vez, es la de adquirir obras de arte, pinturas originales y estatuas antiguas y, además, acompañar a Madrid a Pietro da Cortona -pintor toscano considerado uno de los mejores especialistas en fresco de la época-, todo ello para decorar las paredes de las distintas salas del Alcázar.

Su navío zarpó de Málaga el 21 de enero de 1649 y, tras una inoportuna tempestad, llegó a Génova el 11 de marzo. De allí, partió a Milán, llegando a Padua y, en mayo, a Venecia, dispuesto a adquirir cuantos cuadros se pusieran a su alcance; en este caso, compró dos tizianos, dos veroneses y un tintoretto. Pasó después por Bolonia, Parma, Roma y, por fin, Nápoles, donde adquiere tres riberas para el Rey. Por otra parte, a pesar de los distintos intentos, Pietro da Cortona no acepta la propuesta de marchar a España, ya que estaba a punto de entrar al servicio de Inocencio X para decorar el nuevo palacio familiar de la Piazza Navona. Es por esta razón por la que se sugiere a Velázquez que acuda a dos pintores boloñeses: Agostino Mitelli y Angelo Michele Colonna, maestros de la pintura al fresco.

Durante su segunda estancia en Italia, Velázquez tuvo tiempo de pintar una serie de retratos de la corte vaticana, así como el de Inocencio X. Además, llevó a cabo La venus del espejo, esbelto desnudo que nos da la espalda, absorto en su propia imagen, mientras un lloroso cupido, con las manos sujetas al cordón de ese espejo.

VELÁZQUEZ, D. La Venus del espejo (c. 1650)
Tras las insistencias por parte del Rey para que el pintor sevillano volviese a España, el 2 de diciembre de 1650, el virrey de Nápoles anuncia su partida. No obstante, no es hasta mayo de 1651 cuando se embarca en Génova y llega a finales de junio a Alicante. Durante este tiempo, nace la primera hija que el rey tiene con Mariana de Austria, su segunda esposa: la infanta Margarita, que sería retratada innumerables veces y la preferida del pintor.

En junio de 1652, el Rey nombra aposentador mayor a Diego Velázquez en agradecimiento a su labor, pasando por encima de otros personajes importantes de la corte y a pesar del veto de cinco de los miembros de la comisión. Este nombramiento, hace que el pintor forme parte de la alta jerarquía cortesana y que se multipliquen sus responsabilidades en palacio puesto que se trata de un auténtico mayordomo. Durante esta etapa, Velázquez reduce su actividad como pintor, pero logra realizar obras maestras como Las hilanderas -o La fábula de Aracne- o los cuatro lienzos mitológicos para las salas del Alcázar.

Los últimos años de la vida de Velázquez le convierten en un artista obligado a reducir su actividad pictórica a causa de los empeños palaciegos. No obstante, esto no le impide realizar algunos bellísimos retratos para la familia real, en los que perfecciona su técnica, que culmina con el deshacimiento del color en una pincelada casi desmaterializada. Además de repetidos retratos de la joven reina y del rey, cada vez más mayor y preocupado por la suerte del reino, la obra maestra de estos años es, sin duda, La familia de Felipe IV, más conocido como Las meninas, por la presencia de las damiselas que se afanan serviciales en torno a la infanta Margarita.

VELÁZQUEZ, D. Las Meninas o La familia de Felipe IV (c. 1656)

El 12 de junio de 1658, el Rey envía al gobernador y Consejo de las Órdenes Militares de Santiago, Calatrava y Alcántara una Real Cédula en la que se comunicaba:
A Diego de Silva Velázquez he hecho merced... del hávito de la Orden de Santiago. Yo os mando que, presentándoseos esta mi cédula, dentro de treinta días contados desde el de la fecha della, proveáis para que se reciva la información que se acostumbra, para saver si concurren en él las calidaddes que se requieren para tenerle, conforme a los establecimientos de la dicha Orden; y pareciendo por el que las tiene, le libréis [el] título de dicho hávito, para que yo le firme, que assí es mi voluntad.
Sin embargo, para ser admitido debía probar que sus antepasados directos habían pertenecido a la nobleza, sin tener en cuenta judíos ni conversos. Así, el Consejo de Órdenes Militares realizó una investigación sobre su linaje, declarando un total de 148 testigos. Muchos de ellos afirmaron que Velázquez vivía de su trabajo en la corte, no de su pintura. En abril de 1659, el Consejo finalizó la recogida de informes y rechazando la solicitud del pintor al no existir nobleza por parte de su abuela paterna ni sus abuelos maternos. La única opción que quedaba era que el Papa concediese su admisión en la Orden. Así pues, el Papa Alejandro VII, el 1 de octubre de 1659, le otorga este título, y el rey le concede la hidalguía el 28 de noviembre.

El 7 de junio de 1660, se celebra en la Isla de los Faisanes (Guipúzcoa) la entrevista entre Felipe IV y Luis XIV en la que la infanta Maria Teresa pasaría de los brazos del padre a los del esposo. Velázquez, por entonces, Aposentador Mayor, es el encargado de preparar el alojamiento del séquito y de la decoración  del Pabellón de la Entrega.

A su vuelta a Madrid, Velázquez enferma. Siente náuseas y escalofríos, está cansado de caminar de noche y trabajar de día, pero se encuentra con salud. Conducido a su casa, el Rey le envía a sus doctores y dictaminan una gravísima enfermedad llamada "Terciana Sincopal Minuta Sutil", es decir, viruela. Le recetan remedios que no sirven de nada y, el 6 de agosto de 1660, Diego Velázquez fallece en Madrid a las tres de la tarde. Sus funerales, celebrados con gran pompa al día siguiente, son la postrera demostración de lo alto que había llegado. Siete días después, fallece Juana Pacheco, su mujer.

Tanto Diego Velázquez como Juana Pacheco, fueron enterrados en la capilla de su amigo Gaspar de Fuensalida, en la iglesia de San Juan Bautista, una de las más antiguas de Madrid. En la actualidad, una pequeña cruz situada en medio de la plaza recuerda al pintor, puesto que José Bonaparte derribó esta iglesia -sin que afectara a la cripta- para crear zonas espaciosas en los alrededores del Palacio Real. Hay teorías que apuntan a que sus restos fueron introducidos en la cripta de la iglesia, junto con los cuerpos de otros ilustres de la época, principalmente primogénitos de casas nobles.

Fuentes

  • BARDI, P.M. La obra completa de Velázquez. Barcelona: Noguer-Rizzoli, 1988.
  • CAMÓN AZNAR, J. Velázquez. Madrid: Espasa-Calpe, 1964.
  • GALLEGO, J. Velázquez. Madrid: Alianza Cien, 1994.
  • Museo del Prado.
  • VV.AA. Velázquez. En Los Grandes Genios del Arte. Madrid: Unidad Editorial, 2005.
  • Wikipedia.
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